He terminado de tender hasta su último calzoncillo y la barcaza sigue sin asomar en el horizonte. El viento azota la ropa con tanta fuerza que se enrolla en las cuerdas como la inquietud se retuerce en mi estómago y la mar está tan picada que la espuma de las olas me confunde.
No debí contarle aquella historia. El día que desapareció su padre y su madre olvidó cómo querer a un hijo fue un día de viento. Apenas éramos unos críos, pero para consolarle, aquel día yo aprendí cómo querer a un hombre y me inventé que un banco de cherne hizo naufragar la barcaza de su padre para poder ocultarse luego entre sus restos. No debí hacerlo. Ahora él los persigue sin descanso y yo sufro pensando que, en días como este, su barca ha podido golpearse contra las rocas.
La cofradía hace rato que ha descargado. Hoy han vuelto pronto porque la ventisca no les deja faenar. Los oigo allá abajo, pero el ruido del mar no me deja distinguir lo que dicen ¿Cómo pueden charlar y reír con tanta tranquilidad cuando les falta aún uno de su flota?
El viento viene cargado de agua y la ropa no se va a secar. Debería entrar en la casa, pero no puedo abandonarlo yo también. ¿Qué pensará si llega y no me ve ir a su encuentro? Solo me queda esperar.
Ha sido tan larga la espera que ya he perdido la cuenta. Tengo miedo de que no vuelva, pero más miedo me da que lo haga y no me reconozca. Tantos días de viento y sol aguardándole han quemado mi pelo y las arrugas de mi piel parecen los surcos de una tierra reseca que nunca se sembró. A veces me siento terruño sin vida que se deshace al tocarlo, pero luego sueño que veo su barcaza aparecer en el horizonte. Sueño que vuelve, que riega y siembra y que yo soy joven otra vez. Ya no puede tardar.
Si él no llega antes de que se ponga el sol, las pesadillas no me dejarán en paz. Traídas por el viento y ocultas en las sombras se me acercarán y me susurrarán al oído que él hace años que no está, que se marchó a hacer las Américas y que se olvidó de mí. Que una jovencita de piel morena y carnes prietas comparte su cama y le ha dado hijos. Que estoy loca por guardar su ausencia. Que ya puedo esperar sentada porque no vendrá. Temo a la noche porque mi mente me engaña y me repite una y otra vez que debo parar. Es entonces cuando el mundo se me vuelve cárcel y creo enloquecer.
Sé que toda la isla murmura que el viento me vuelve loca, pero los locos son ellos que no tienen corazón ¿Por qué no salen ya en su busca? Me gustaría bajar al puerto y gritarles que salgan a rescatarlo y tirarles del pelo y arañarles la cara si no lo hacen. ¿Es que no ven que su ausencia me mata, que no puedo soportar su tardanza en los días de viento?
Este texto surge como parte de un curso de escritura creativa en la Escuela de Escritores. En él se usa la técnica del binomio Fantástico ( calzoncillo y cherne).
