La vocación de Cecilia

Aquella niña tenía un sueño: ir a Cambridge y estudiar paleobotánica.

Con apenas 6 años Cecilia pidió leer la enciclopedia británica y a los 8 distinguió en el jardín de su casa una rara variedad de orquídea, lo que le llevó a  hacerse la promesa de consagrarse al estudio de la naturaleza. Pero poca ciencia se enseñaba en el riguroso colegio católico en el que estudiaba, donde prevalecía la idea de que  las señoritas deben centrarse en la lectura y la escritura y que no necesitan desarrollar habilidades numéricas.

Cuando todavía era aún una colegiala la invitaron a ver el jardín experimental de William Bateson, posiblemente un hombre muy amargado. Cuando le comentó que para ella investigar debía ser lo más extraordinario del mundo, él le espetó que no era maravilloso en absoluto, que era tedioso, desalentador e incluso molesto. Casi la hizo llorar. Le causó una gran impresión, pero obviamente no le hizo cambiar de opinión acerca de investigar.

Afortunadamente para Cecilia, entró en escena Dorothy Daglish, quien fue contratada para enseñar botánica y quien inmediatamente reconoció en la joven una genuina pasión por la ciencia. Dorothy instruyó a Cecilia en los compuestos químicos del laboratorio, le introdujo los libros de física y la llevó a los museos e incluso unas Navidades le regaló un libro de Astronomía.

Pero en un mundo en guerra nada es duradero y tampoco lo fue la vida de Dorothy, quién enfermó antes de que Cecilia pudiera completar su formación.  A pesar de ello Cecilia estudió botánica por su cuenta obteniendo las mejores puntuaciones del examen preparatorio para la universidad. Pero bien sabía ella que para convertirse en científica necesitaba también preparación en matemáticas y alemán, algo para lo que el colegio no estaba preparado. Quizás sea ésta la primera vez en la historia que un colegio expulsa a un alumno por sus altas capacidades, pero lo cierto es que Cecilia, que solo había recibido instrucción formal en latín y griego, acabó expulsada cuando tan solo le faltaba un año de preparación.

Con diecisiete años su sueño de ir a Cambridge parecía evaporarse: el mundo estaba en guerra, su familia  no podía permitirse el gasto y la sociedad inglesa de la época no estaba cómoda con que las mujeres estudiasen ciencias.

Pero eso no iba a detenerla, así que Cecilia optó por una  línea aún más difícil  y estudió física. No fue nada fácil ser la única alumna, ni sentarse sola en la primera fila, ni tolerar el carácter de Rutherford quien no apreciaba a las mujeres en el laboratorio. Su actitud decepcionó profundamente a Cecilia, quien decidió de nuevo cambiar de dirección en cuanto pudiera.

Una conferencia en el Trinity College sería la señal que orientaría a Cecilia en su tránsito por esa compleja red de carreteras que unen todas las disciplinas científicas. Eddington, quien era conocido por sus trabajos relacionados con la teoría de la relatividad  y su habilidad para explicar los conceptos tanto en términos científicos como para el gran público, acababa de regresar de una  expedición a Brasil donde durante un eclipse grabó por primera vez la curvatura de la luz  predicha por Einstein. Cecilia quedó fascinada y al día siguiente transcribió de memoria la conferencia entera, palabra por palabra y tomó una decisión: estudiaría astronomía.

Si nada la había detenido siguiendo sin mapa un camino tortuoso, ahora que había cogido la autopista ya nada podría impedir que  hiciera el hallazgo que le estaba destinado.

Un retrato al aleo de  aquella niña, ahora Cecilia  Payne – Gaposchkin, se exhibe en el hall de la Universidad de Harvard, nada menos que a pocos metros del de Abbot Lawrence Lowell, quien decretó que las mujeres nunca enseñarían allí. Pero Cecilia no solo enseñó en Harvard sino que escribió la tesis más brillante jamás escrita en astronomía y  descubrió de qué están hechas las estrellas. Si Copérnico, Newton o Einstein nos enseñaron maneras nuevas de mirar al universo, Cecilia nos descubrió su composición

Su fuerte vocación y el encontrar a personas que supieron trasmitir la belleza de la ciencia permitieron que lograse encontrar su camino sin desanimarse. Después de todo, su vocación la estuvo llamando desde el día en que nació, pues cuentan que su primera relación con la astronomía tuvo lugar cuando apenas era una niña a la que su madre, Emma,  llevaba en carrito. Fue cuando por unos segundos un brillante meteorito iluminó el cielo  y para que su hija no lo olvidara, Emma inventó unos versos:

As we were walking home that night,
We saw a shining meteorite
.

Emma Payne

Con esta entrada participo por el #11F2023 en #PVmujerciencia23 de @hypatiacafe por el @11defebreoES

Lise Meitner

«Amo la física con todo mi corazón»

1964 [1]
Mi querido James,
Espero, por tu bien, que no trabajes demasiado aunque entiendo lo maravilloso de estar poseído por nuestro propio trabajo.
A mí me ocurre algo parecido, todos dicen que estoy muy delgada, tan solo peso 41 kilos y soy más diminuta que nunca. Lo que no saben es que la comida no me interesa. Yo me alimento de conversaciones y de música y de física.

Intento continuar con la física, pero es algo que me está resultando demasiado duro. Ahora los artículos parecen estar escritos en un código secreto. Tengo un pequeño cuaderno donde anoto todo lo que quiero que Otto Robert me explique, pero quizás la física se ha vuelto demasiado abstracta para mí. Aunque esté mal decirlo, me consuela que a mi querido y admirado Max Born le pase algo parecido. Él, que inventó la mecánica cuántica, dice que se siente “como un capitán de barco velero ya retirado al que preguntan sobre las condiciones y el futuro del barco de vapor”.
Más allá de todo ello, siento que ese no es el mayor peaje a pagar por hacerse vieja, sino que es mucho más duro perder a los amigos y colegas. “Que pequeño se vuelve el viejo círculo” y “cuanto más valor cobran cada uno de los amigos que todavía quedan“.

Hace ya tres años que perdí a mi hermano Walter, uno de mis más queridos amigos porque aunque nos llevábamos 13 años fue mi amigo desde que éramos niños y lo fuimos toda la vida. Pero no fue el primero ni posiblemente el último. Max Von Laue sufrió un trágico accidente hace ya 4 años y apenas un año más tarde nos dejaba Erwin Schrödinger, la última vez que lo visité ya estaba muy enfermo. Con Enrico Fermi e Irene Curie todos sufrimos un gran impacto. ¡Eran tan jóvenes! El cáncer nos arrebató a dos de los físicos más dotados de nuestra era.
Parece mentira que hayan pasado ya 10 años desde que mi admirado y estimado Einstein también se fue. Durante nuestros años en Berlín no llegué a entender su falta de relaciones sociales, pero ahora veo que eso era necesario por su amor y responsabilidad con la humanidad. De quien guardo unos maravillosos recuerdos, en el corazón y en la cabeza, es de Niels Bohr. Cuando asistí a la conmemoración del 50 aniversario de su modelo atómico, su influencia era tan profunda que llegué a olvidar que no estaba allí.

Ahora, cuando miro hacia atrás, mi propia vida con sus contratiempos y sus logros, adquiere un perfil nuevo.” Pensando hacia atrás, en mi juventud, me doy cuenta con asombro de cuantos problemas existían en la vida de las chicas normales y que ahora parecen inimaginables. De entre ellos, la mayor dificultad fue probablemente acceder a una buena educación”.
Por favor, James, cuídate. No quiero perder a ningún amigo más antes de que yo también esté en la lista.
 Lise

[1] En mayo de 1964 Lise hizo un viaje por Alemania con los Francks, a la vuelta les escribió para contarles que el viaje había sido un «sueño hecho realidad». Esta carta no es la original, es una ficción construida con distinto fragmentos de la vida de Lise que se han extraído del Libro: Lise Meitner. A life in Physiscs by Ruth Lewin Sime.


Fue un día de Noviembre de 1878, pudo ser el 7 o el 17 dependiendo de los registros, cuando en el apartamento del número 27 de Kaiser Josefstrasse de Viena nacía Lise, la tercera de los ocho hijos de Hedwig y Philipp Meitner. A los niños de esta enorme familia de clase media y origen judío nunca les faltó alguna semana de vacaciones en la montaña ni libros ni lecciones de música. Crecieron en una estimulante atmosfera intelectual y todos ellos, incluidas las cinco mujeres, tuvieron una educación avanzada, algo realmente extraordinario teniendo en cuenta que en Austria a finales del siglo XIX las mujeres estaban excluidas por ley de la universidad y, por tanto, también de una formación secundaria rigurosa. En su ciudad natal Lise Meitner pasaría sus primeros 29 años antes de abandonarla, sin saber que sería de forma permanente, en busca de una carrera profesional. Para entonces ya había obtenido su doctorado en Física.

Lise Meitner en 1906. Etiqueta de Dominio Público 1.0

Apenas tres años después de que la Universidad de Viena abriera sus puertas a las mujeres, una delgada y pequeña Lise de ojos oscuros las franqueaba tras superar el examen de Matura. Lise, que ya había completado su formación como maestra, comprimió en tan solo dos años de intenso estudio los ocho perdidos de escolarización. Tan solo 4 de las 14 mujeres que se examinaron del Matura aquel julio de 1901 pasaron el examen, entre ellas, además de Lise, se encontraba Henriette Boltzmann cuyo padre será una influencia decisiva en el futuro de la joven Meitner.

Para los miembros de la pequeña comunidad de físicos de Viena, estudiar física no era una carrera, era una vocación, no podían imaginar nada más fascinante a lo que dedicar sus vidas y Lise supo en 1902 que ella era uno de ellos. Todas las materias del currículo las impartía una única persona, el físico teórico Ludwig Boltzmann, el defensor de la existencia de los átomos frente a la extendida e imperante filosofía de la ciencia que negaba la realidad a todo aquello que no puede ser observado directamente, el positivismo. Afortunadamente el siglo XX se iniciaba con los grandes descubrimientos, la radiactividad y el electrón, que marcarían el fin de su contienda y con los estudios sobre el movimiento browniano de Albert Einstein y Jean Perrin que le darían finalmente la razón. Entretanto, sus alumnos aprendieron que la labor científica no está exenta del juicio humano. “Boltzmann transmitió a Lise una visión de la física como la batalla por la última certeza, una visión que nunca perdió”. Cincuenta años más tarde seguiría recordando sus clases como “lo más hermoso y estimulante que nunca había escuchado”.

Test de la fórmula de Maxwell fue el título de la disertación oral con la que Lise Meitner se convertía en 1906 en la segunda mujer en el mundo en obtener un doctorado en física. Pero para la joven doctora el futuro no estaba más claro de lo que lo había estado 14 años antes. En Austria todavía no había mujeres trabando en la universidad, ni siquiera en el escalón más bajo de la escala académica, su intento de trabajar con Marie Curie en su laboratorio de Paris fracasó al no haber plazas disponibles y tampoco se abría la posibilidad de trabajar en la industria. No parecía haber caminos que le permitieran permanecer en la Ciencia.

El verano de aquel año el suicido de Boltzmann desconcertó y sacudió a la comunidad científica, pero también afectó a la determinación de Lise de permanecer en la Física. Sin expectativas más allá de la enseñanza en la escuela de señoritas, decidió compaginar esta tarea con los trabajos experimentales con Stefan Meyer en el Instituto Boltzmann. Así comenzaron sus primeros escarceos con el mundo de la radiactividad y en particular con la radiación alfa.

Con 28 años, Lise todavía dependía económicamente de sus padre a los que pidió permiso para ir a Berlín a estudiar unos semestres que se convertirían en más de treinta años.


9 de enero de 1916 [2]
Querido Herr Hahn
Mi salud es buena aunque apenas peso más de 50 kilos.
De día solo pienso en los pacientes, la gratitud que demuestran siempre me hace sentir avergonzada. Cuando no se necesitan los Rayos-X, ayudo en quirófano, incluso con la anestesia a pesar de que no me gusta nada. Soy, además, el mecánico del Hospital. Arreglo cables eléctricos y aparatos que se han estropeado, hago tubos en T, catéteres y esas cosas. Pero de noche, cuando tumbada sobre la cama no puedo dormir, siento una especie de nostalgia por la física, siento que ya casi no sé lo que es la física.

Vuelvo a Berlín, necesito trabajar para sentirme por fin aliviada.

16 noviembre 1916
La gente de Haber nos trata como si fuera territorio capturado. Haré todo lo que pueda para preservarlo todo. Tenemos medidas que hemos estado llevando a cabo durante tanto tiempo… Anoche estuve en casa de Planck. Tocaron dos maravillosos tríos, Schubert y Beethoven. Einstein tocó el violín y de vez en cuando hizo unos peculiares comentarios sobre política y perspectivas militares…

22 febrero 1917
Querido Hahn, ayer tuve un coloquio, pensé en ti y conseguí hablar alto y mirando a la gente en lugar de al encerado. Cuídate y no te enfades por el retraso de la pecblenda, es solo falta de tiempo. No puedo hacer sola el mismo trabajo que hacíamos los tres juntos.

15 mayo 1917
Es imposible que mantengas en tu cabeza todas las preparaciones, te las resumiré brevemente….Debes ser paciente y darme algo de tiempo, las medidas son largas y debo ajustar exactamente el electroscopio.

17 de enero de 1918.
Respira hondo antes de comenzar a leer, será una carta larga. Quería terminar algunas medidas para poder contarte lo que realmente deseas oír. …. En cualquier caso, ya podemos pensar en publicar en breve.

Junio 1918
Te escribo para contarte que he tenido un coloquio sobre nuestro trabajo. Planck, Einstein y Rubens me dijeron lo bueno que era, así que he debido hacer una exposición decente. Me hubiera encantado que estuvieras ahí, aunque seguramente me habrías regañado.

Soy lo suficientemente optimista como para esperar que la paz llegue en otoño y que podamos volver a trabajar junto el próximo invierno.
Lise

[2] Estos extractos de cartas que Lise Meitner escribió a Hahn se han tomado y traducido del libro Lise Meitner. A life in Physics by Ruth Lewin Sime.


Atraída por un mundo germano parlante del que hablaba Boltzmann y por la figura de Max Planck, la joven Meitner escogió Berlín sin saber que las mujeres todavía estaban excluidas de las universidades prusianas, sin haber oído hablar de la teoría de los cuantos de Planck a pesar de que ya estaba publicada desde 1900 y sin conocer que la postura de éste sobre las mujeres era bastante conservadora.
Afortunadamente, estaba dispuesto a hacer excepciones, admitía que si una mujer estaba especialmente dotada para la física, cosa que consideraba poco probable, era injusto no admitirlas en sus clases.

Cuando Lise traspasó los umbrales de la universidad entraba en un mundo completamente masculino al que reaccionó con extremada reserva y timidez; “cualquiera que conociese lo tímida que era dudaría de que pudiera hacer algo extraordinario”. Pidió permiso a Planck para asistir a sus clases, quien se extrañó de que una mujer que ya había conseguido ser doctora deseara algo más. Pero la aceptó cuando Lise replicó que “quería alcanzar un conocimiento real de la física”.

Pronto comprendió que las clases no ocuparían todo su tiempo y buscó trabajo experimental. Así conoció al Dr. Otto Hahn con quien colaboraría durante más de 21 años en los que fueron grandes colegas y amigos. Otto, con una gran reputación en el campo de la radiactividad, ya había trabajado con Harriet Brooks en Montreal y estaba encantado de encontrar otra especialista en física con conocimientos en radiactividad. Lise, por su parte, que comprendía lo importante que era el tener el coraje de preguntar todo lo que no entendiera para poder avanzar en la física sintió, en su primer encuentro con Hahn, que las informales maneras de éste y su igualdad de edad le facilitaban la labor.

Lise Meitner (left) and Otto Hahn in their laboratory, Kaiser-Wilhelm Institut für Chemie, Berlin 1913. Public Domain Media

El único problema era que el laboratorio de química en el Instituto Fisher estaba completamente vetado a las mujeres. Como solución de compromiso a Lise se le permitió trabajar en una habitación del sótano, un antiguo taller de carpintería con una entrada separada y para usar el baño debía ir a un restaurante cercano. Un año más tarde, cuando por fin las mujeres fueron admitidas en las universidades prusianas, éstas serían bienvenidas y se instalaría un baño de señoras, entretanto, la joven Dra. Meitner prácticamente no existía para los químicos.

Mucho más amistosos eran los físicos del Instituto Rubens: James Franck, Gustav Herz, Max von Laue, formaban parte de un joven grupo al que se unió Lise en los coloquios de física. “No solo eran brillantes científicos, sino que eran personas excepcionales” que con el tiempo serían sus amigos de por vida. Todos eran jóvenes y despreocupados de todo lo que no fuera la maravillosa etapa vital y científica que estaban viviendo. Casi cada mes traía maravillosas y sorprendentes noticias pues la radiactividad y la Física atómica se desarrollaban a una velocidad vertiginosa. Aquel periodo fue para los físicos el más interesante que se pueda imaginar; aunque quedaban muchas preguntas la física avanzaba en dar respuestas y la radiactividad junto al campo de la espectroscopia proporcionó un arsenal de ellas.

A quien más admiraba de todo su círculo de Berlín era a Max Planck, el físico teórico que creía que la física era inseparable de los valores éticos. Sus veinte años de diferencia no supusieron ningún obstáculo para una verdadera amistad. La vida de Planck, además de en la universidad, se centraba en la música. Familia y amigos se reunían en su casa. En la sala de música, unas veces, Planck, Einstein y Josef Joachim tocaban a trio mientras que otras cantaban a coro con Hahn como solista. Lise, que quedaba entre el público, describió el momento más revolucionario de la Física y la gente que formó parte de él como “un mágico acompañamiento musical”.

Cada semestre la joven doctora renovaba su estancia en Berlín, dónde con el soporte de sus padres vivía frugalmente en una habitación para señoritas sin baño propio. Como complemento, ocasionalmente, hacía traducciones de artículos del inglés al alemán y escribía para un popular periódico científico bajo el nombre “L. Meitner” sin desvelar su género. Poco a poco, con la insistencia y el apoyo de Otto, Lise comenzó a dar conferencias. No olvidaría nunca la conferencia de su primer encuentro con Albert Einstein en 1909. Ni Planck ni ella estaban preparados para su revolucionaría teoría de la luz, lo que no impidió que Lise quedara impresionada por la breve explicación de la teoría de la relatividad y la equivalencia entre masa y energía; a pesar de que llevaba publicada desde 1905, sorprendentemente, todavía no había oído hablar de ella.

Durante los primeros 9 años de colaboración con Hahn, Lise estuvo comprometida con todo tipo de espectros, pero en especial con el espectro beta; publicó más de 20 artículos y estableció su reputación como científica, comparable a la de él e independiente como física. Sin embargo, mientras Hahn era profesor en el Instituto Kaiser Wilhelm de química (KWI) en Dahlem, ella era tan solo una invitada sin remuneración. Lise seguía sin tener una posición ni ingresos ni tampoco aparecía en el horizonte ninguna perspectiva u otro sitio al que ir.

Por fin, en 1912 llegaba el primer destello de reconocimiento externo: Max Planck la hizo su asistente, la primera mujer asistente en Prusia, el peldaño más bajo de la escala académica y su primer puesto remunerado. Fue un punto de inflexión en su carrera. En tan solo un año pasaría a ser científica asociada en el Instituto Fisher, igualando su posición a la que Hahn ocupaba en su sección de radiactividad y en 1914 una atractiva oferta de trabajo desde Praga actuó como detonante para que doblaran su salario.

Aquel mismo año se iniciaba la Gran Guerra y Otto Hahn, James Franck, Gustav Hertz y Hans Geiger fueron movilizados y se incorporaron inmediatamente al frente. El instituto KWI de Dalhem se convertía en el más grande y peligroso de los esfuerzos de guerra bajo la dirección de Fritz Haber. La investigación en tácticas militares incluía nuevos explosivos, químicos irritantes no letales y gases venenosos. La investigación en radiactividad no fue uno de los candidatos al servicio de la guerra, pero si lo fue Lise Meitner que en 1915 se incorporó como técnico de rayos X en el hospital militar de Lemberg, aunque un año más tarde decidió abandonarlo para mantener el trabajo en el laboratorio.

La guerra se prolongaba y la comunidad mundial protestaba en contra de la violación de Alemania sobre la neutralidad belga y sus atrocidades contra los civiles y los tesoros culturales. Paradójicamente, más de 19 artistas y científicos, incluyendo a Max Planck, firmaron una carta de apoyo a Alemania y en respuesta otra carta en defensa de la unidad de Europa y la paz la firmaban tan solo cuatro científicos, uno de ellos era Albert Einstein.

Lise escribía constantemente a Otto, que se encontraba en el frente, tratando de animarle con detalles científicos y noticias sobre los colegas a la vez que le mantenía informado del avance de sus investigaciones. La investigación sobre el precursor del Actinio, un nuevo elemento radiactivo de larga vida media, la publicaban finalmente en 1918. Hahn fue el autor principal del artículo sobre el protactinio a pesar de que la mayor parte del trabajo lo realizó Lise. No hubo discusión a este respecto entre ellos, pero al final de la guerra las discusiones entre Lise y Hahn se mantendrían por sus diferentes opiniones políticas. Al sentirse aislada, Lise Meitner desarrolló un gran aprecio por Einstein con el que trabajó brevemente aquella primavera. Fue entonces cuando él comenzó a llamarla “nuestra Marie Curie”.

El armisticio se firmó el 28 de junio de 1919 pero con ello no llegó la paz. Los que regresaron habían estado ausentes de la ciencia durante varios años. La radiactividad evolucionaba a física nuclear, un campo que hasta entonces no existía, pero todavía no se conocía la fauna que habita el núcleo atómico. La Dra. Meitner estaba preparada para lo que estaba por llegar, sus más importante años de investigación la esperaban.


Diciembre de 1930 [3]

Queridos señoras y señores radiactivos,

Como el portador de estas líneas, para quien pido su grata atención, les explicará con más detalle, me he enfrentado a las «falsas» estadísticas de los núcleos N-14 y Li-6, así como al espectro Beta, tropezando con un remedio desesperado. A saber, la posibilidad de que en el núcleo pudieran existir partículas eléctricamente neutras a las que deseo llamar neutrones (neutrinos), con un spin de un medio que obedecen al principio de exclusión y que además solo se diferencian de un cuanto de luz en que no pueden viajar a la velocidad de esta. La masa de este neutrón sería del mismo orden de magnitud que la del electrón y en cualquier caso no mayor de 0.01 veces la masa del protón. El espectro beta continuo sería comprensible asumiendo que en la desintegración beta se emite un “neutrón” junto al electrón de manera que la suma de las energías del electrón y el neutrón sea constante.

En estos momentos no me siento lo suficientemente seguro como para publicar algo sobre esta idea y me confío a ustedes, queridos radiactivos, con la cuestión de cómo se podría probar experimentalmente la existencia de dicho neutrón si su capacidad de penetración es similar o del orden de 10 veces la de la radiación gamma.
Admito que este remedio parece a primera vista poco probable, pues de existir estos neutrones deberían haberse observado hace tiempo. Pero quien nada arriesga, nada gana… Por lo tanto, queridos radiactivos, experimenten y decidan!

Con muchos saludos para todos ustedes, su más humilde servidor,
W. Pauli

[3] Traducción de la Carta abierta de Pauli al grupo de personas radiactivas en el Reunión de Gauverein en Tübingenr en 1930 anticipando la existencia del neutrino.


Tras el desastre de la Gran Guerra la paz fue una catástrofe. La Alemania de 1919 no solo era la Alemania vencida, sino que era pobre y estaba dividida; la situación en Austria era similar, el hambre y el frío eran una constante. Para los alemanes el miedo a los acuerdos de Versalles estaba por encima de todo; incluso Einstein, quien siempre culpo a Alemania de la guerra, se sintió conmovido. En la universidad muchos de los profesores estaban desmoralizados pero eso no impedirá que a los años 20 se les conozca como la “época dorada” de la Ciencia y que Berlín se convierta en uno de los grandes centros de la física atómica.

Aquel verano de 1919, tras regresar de un viaje a Suecia, Lise pasó a ser la primera mujer en Alemania con el título de profesora al convertirse en profesora del KWI. Pero las condiciones de trabajo fueron pobres: durante más de un año tras el descubrimiento del protactinio, Meitner y Hahn no hicieron mucho más que recopilar, publicar y mejorar la vida media del Actinio. En cada publicación Hahn era el primer autor. La Asociación Alemana de Química otorgó a Otto la medalla Emil Fisher por todo lo que había hecho en radioquímica incluyendo el descubrimiento del protactinio y decidió dar a Lise Meitner una copia de la misma como reconocimiento a su contribución, cosa que aparentemente no molestó a Lise.

Un año más tarde, en 1920, el Instituto se dividió en dos secciones separadas, al igual que el camino que seguían Lise y Otto y ella obtuvo, por fin, un puesto equivalente al de Hahn pero en la sección de física del Instituto.

Una de las mayores atracciones de Berlín como centro de física atómica era el coloquio de los miércoles, organizado por Max Von Laue. La primera fila la ocupaban Planck, Laue, Einstein y Haber y después en la segunda Meitner, Franck, Geiger y Hertz seguidos de estudiantes y físicos de la industria junto a visitantes de Alemania y del exterior. Neils Bohr llegó por primera vez a Berlín como la gran atracción del coloquio en abril de 1920. Lise abandonaría aquel coloquio con la sensación de haber entendido muy poco, pero un año más tarde tras visitar el Instituto Bohr en Copenhague, donde se enfatizaba la unidad entre el trabajo teórico y experimental, se convertirían en grandes colegas y amigos.

En 1921 Lise Meitner pasó varias semanas en Suecia como profesora invitada en la Universidad de Lund donde impartió un curso completo de radiactividad incluyendo teoría y preparaciones de laboratorio para físicos y químicos. A su vuelta había aprendido lo suficiente de espectroscopia para entender su precisión y sus límites. Estaba preparada para una mirada fresca sobre el controvertido espectro beta en el que llevaba trabajando desde sus comienzos. Sus conclusiones sobre los espectros beta-gamma fueron criticados por Charles D. Ellis del equipo de Rutherford que negaba que la emisión beta ocurriese sin radiación gamma mientras ella negaba la validez del espectro beta continuo. La oposición llego a ser muy profunda, aunque en persona eran colegas amistosos por escrito eran implacables en la contienda. Con sus trabajos sobre el espectro de la radiación beta y gamma Meitner se unió a los físicos experimentales de primer rango de Europa. “Una de las más reconocidas científicas del mundo en el campo de la radiactividad”, así la describía Max Von Laue al apoyar su acreditación como profesora universitaria, la segunda profesora acreditada de Alemania. Su lectura inaugural en 1922 llevaba por título “El significado de la radiactividad para los procesos cósmicos”.

Comenzaba a subir los peldaños de la tradicional escala académica, pero su licencia como profesora solo la conservaría hasta 1933. Hasta ese momento, casi cada semestre dirigió un tutorial coloquio en la Universidad de Berlín y supervisó las investigaciones doctorales de los estudiantes de su propia sección en el Instituto KWI. Un reconocimiento vino tras otro: en 1924 la Academia Prusiana de las Ciencias le otorgó la medalla de plata Leibniz, en 1925 la Academia de Ciencia de Viena el premio Ignaz Lieben y en 1928 compartió con el científico francés Ramart Lucas el premio americano Ellen Richard. Cada año era más prominente y su sección de física más grande: contaba con asistente permanente, un mayor grupo de estudiantes de doctorado y visitas científicas por Alemania y el extranjero.

Sus lazos con Viena se debilitaron tras la muerte de su madre en 1924. Pero la comunidad de físicos, incluyendo también a sus esposas, Hedi Born, Annemarie Schorödinger o Margrethe Bohr, se convertía en su hogar y familia. En 1927 su sobrino favorito, Otto Robert Frisch, un joven físico experimental muy talentoso en instrumentación y en tocar el piano vino a trabajar a Berlín tras su doctorado en física. La madura Lise Meitner era una mujer segura y poco a poco más asertiva que se convertía en lo que siempre había deseado: una física rodeada de amigos en Berlín.

Por aquella época todavía era posible para un físico tener una visión detallada del campo de la física nuclear, Lise seguía estrechamente los experimentos y trabajos teóricos de otros, escribía artículos y especulaba sobre el significado de los nuevos desarrollos: además del espectro beta-gamma intervino en las partículas alfa de largo alcance, en la absorción de la energía de las partículas beta, las interacciones nucleares de dispersión, la absorción y dispersión de la radiación gama de alta energía y las reacciones nucleares artificiales. Los pilares de la nueva mecánica cuántica se elevaban sin pausa: principios, efectos, números cuánticos. La instrumentación nuclear también avanzaba al ritmo necesario, desde la Cámara de Niebla de Wilson a calorimétricos y espectrógrafos de masa más precisos, todo ayudaba a mejorar la física experimental. La física atómica y nuclear estaba todavía empezando. Con un mejor entendimiento de la estructura atómica, algunos efectos espectrales se volvían más obvios. Hasta este momento la radiactividad era la primera fuente de datos nucleares pero también lo era de sus contradicciones: el decaimiento alfa y la emisión gamma eran consistentes con la cuantización nuclear y la conservación de la energía mientras que el aparente espectro beta continúo implicaba lo contrario. En 1929 los experimentos daban a Lise la razón sobre su interpretación del espectro Beta y la contienda entre Ellis y Meitner llegó a su fin. Pero los resultados seguían sin entenderse a la luz de las teorías del momento, ya que los componentes del núcleo atómico no habían hecho todavía su puesta en escena.

La década de los treinta comenzaba con una carta de W. Pauli dirigida a Lise Meitner y Hans Geiger donde se anticipaba la existencia del neutrino como ‘desesperado remedio’ a la comprensión del espectro beta continuo. El año milagroso, 1932, traería descubrimientos decisivos, el neutrón, el deuterón y el positrón, del que Lise fue el primer observador. A ellos estaría dedicado el Congreso Solvay de 1933, el que convencería a Lise Meitner de no dejar su laboratorio donde estaba completamente comprometida con los nuevos avances. Pero la situación política de Alemania provocaría un cambio radical en la manera de hacer ciencia en todo el mundo y establecería barreras entre la ciencia alemana y el resto de Europa y América convirtiendo en refugiados a gran cantidad de científicos entre los que desgraciadamente se encontrará también la Dra. Meitner


~10 de marzo de 1933 [4]
Querido Herr Hahn!
La situación política es bastante extraña, pero deseo fervientemente que se tranquilice, que se vuelva más racional.
Hoy la oficina de presupuestos ha pedido que estimemos lo que cuesta nuestra bandera nacional, porque va a ser reemplazada por una negra-blanca y roja que pagará el KWG.
Todo y todos están influenciados por los levantamientos políticos.
La última semana el KWG nos ha notificado que además de la bandera negra-blanca y roja debemos mostrar la esvástica. Ha debido ser muy duro para Haber elevarla.

21 de marzo
El señor Schiemann y Edith han estado hoy aquí para escuchar por radio la ceremonia. Postdam Hindenburg dijo algunas frases y luego cedió la palabra a Hitler, quien habló de manera moderada con tacto y de modo conciliador. ¡Ojalá continúe así!

1 de abril
He pasado la tarde con Max and Magda von Laue. Él opina que bajo estas circunstancias no podremos estar sin ti mucho más tiempo. Las vacaciones de la universidad se han extendido hasta el 1 de mayo, obviamente para dar tiempo para posicionarse ante varias cuestiones.

1 de abril
Creo que sería mejor que volvieras antes de acabar tus clases y que no vayas hacia el oeste como tenías planificado.
Una importante célula Nacional socialista se ha formado en el Instituto, todo es muy sistemático. Las universidades están empezando a dar clase otra vez, ahora que las bajas prescritas se han llevado a cabo. Estoy muy cansada y de alguna manera me siento inútil…
Esta es la opinión de todos mis conocidos y colegas y no solo la mía… El cese de Haber se percibe como un gran castigo. Pero yo sigo bien…

Te llevará un tiempo hacerte una idea de la situación. El ascenso de muchos que ocupaban un puesto subordinado, pero incluso así es obvio quién tiene valor y quién no. Franck vino una vez a Berlín y fue muy duro para él no poder poner los pies en su antiguo Instituto y desgraciadamente esto es cierto para muchos otros.

El antisemitismo es solo un problema, hay otros problemas tan serios o más que ese y todo el mundo debería estar preocupado de todo lo que se avecina.

[4] Extractos de cartas que Lise Meitner intercambió con Otto Hahn al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Extraídos del Libro Lise Meitner. A life in Physics by Ruthh Lewin Sime.


Lise Meitner foreles ved Catholic University i Washington, D.C., våren 1946.
Lise Meitner
Av C.A. Briggs/Smithsonian Institution Archives.
Lisens: Falt i det fri (Public domain)

“Cuanto más se cambia, más es lo mismo” escribía Lise en su nuevo diario de 1933. La desastrosa situación política continuaba como en los años previos: depresión, desempleo, elecciones constantes. El sentimiento antisemita continuaba creciendo al igual que lo hacía la fuerza de los Nazis y la violencia en las calles. El 30 de enero, Adolf Hitler se convertía en canciller del tercer Reich y no tardo en destruir al gobierno constitucional, el Reichstag fue disuelto y en marzo se llevaron a cabo nuevas elecciones en condiciones lamentables. En breve los campos de concentración se llenaban de prisioneros políticos y comenzaba el boicot a los negocios judíos.

Desde finales de febrero Otto Hahn se encontraba en América para dar una serie de conferencias, Lise le escribiría manteniéndole al tanto de la situación política. La primera acción de Hitler fue purgar la vida pública, desde el gobierno a la medicina, de la actividad legal a la educación y las artes. Lo que se avecinaba era la “ley de restauración de los profesionales públicos” en la que los no-arios, definidos como los que tenían al menos un abuelo judío, y los no deseados políticamente debían ser purgados. La primera confrontación afectaba al icónico Albert Einstein, quien se encontraba en esos momentos en California y anunció públicamente que no regresaría.

La ley causó estragos en las universidades. En 1933 los judíos de Alemania representaban un 20% de la ciencia en general y un 25% de los físicos. Algunos no fueron despedidos gracias a los servicios prestados durante la Gran Guerra, pero otros se marcharon voluntariamente. James Franck, que ya había recibido el premio Nobel, presentó su dimisión en abril de 1933. 49 instructores de entre sus colegas lo acusaron de un acto de sabotaje y propaganda anti-alemana con su dimisión pública. Max Born dejó inmediatamente el instituto de física teórica de Gottingen. El destino de Fritz Haber fue una verdadera sorpresa y una revelación. El que había sido esencial durante la primera guerra mundial era un judío bautizado. A mediados de abril fue informado por el ministro de educación de que el número de no-arios era intolerable en su instituto, emitió su dimisión a finales de abril de 1933. Incluso Schrödinger, que no era judío, reaccionó instintivamente y abandonó Alemania. Otto Robert Frisch fue despedido como la mayoría de sus colegas del Instituto Otto Stern en Hamburgo y su beca para trabajar con el equipo de Enrico Fermi fue rescindida. A finales de 1933 paso a Inglaterra y desde allí a Copenhague donde permaneció hasta 1939.

Como profesora universitaria, Lise Meitner informó de fechas y tipo de servicio prestado durante la guerra, así como de la religión y raza de sus abuelos. No estaba claro como afectaba a Lise la ley, pues el instituto KWI nunca estuvo bajo el control directo del gobierno lo que le permitió retener a científico no-arios por un tiempo. Por otro lado, Lise además de haber servido en la guerra, era austriaca y no alemana. Por el momento su puesto parecía seguro.

Durante el verano de 1933 Planck y Heisenberg intentaron mantener a los científicos judíos más prominentes en Alemania pero no defendieron al resto. Creían que todo era algo temporal y que volverían a la normalidad. Buscaron reemplazos para Born y Franck sin plantearse un dilema moral más allá de hacer respetable a la ciencia alemana en el resto del mundo. Planck confiaba en que la violencia y la opresión fueran temporales y que todo se normalizaría con el tiempo. No supo ver que era un proceso irreversible, al igual que tampoco lo vio Lise Meitner, quien encontró siempre razones para quedarse en Berlín

Cuando en 1935 Lise Meitner publicó un monográfico sobre la estructura nuclear, un revisor utilizó la oportunidad para no recomendar su publicación. Para la ideología Nazi, la purga de científicos individuales no era suficiente, querían erradicar la influencia judía de la ciencia, incluso el teórico Werner Heisenberg sería atacado por enseñar relatividad y mecánica cuántica. En 1936 Planck, Laue y Heisenberg propusieron a Lise Meitner y a Otto Hahn para el premio Nobel con la esperanza de que el galardón les proporcionara protección política. Por el contrario, el premio se otorgó a Carl von Ossietzky, un prisionero pacifista, y como represalia a los alemanes se les prohibió aceptar el premio Nobel.

Lise no tuvo sentimiento de peligro físico y pudo viajar al extranjero libremente, hasta que en marzo de 1938 Alemania anexiona Austria y la situación de Lise Meitner se complica gravemente. La no validez de su pasaporte austriaco le impedía viajar libremente y, por ende, aprovechar las salidas que colegas de toda Europa y América preocupados por su situación le ofrecían. Agotadas las vías diplomáticas, el verano de 1938 Lise debe abandonar secretamente Alemania. Su última noche en Berlín la pasó en casa de los Hahn. A sus 59 años abandonaba Alemania para siempre con 10 marcos en su monedero y un anillo de diamantes que Hahn le entregó al despedirse.

«El bebé ya ha llegado y todo ha ido bien» era el mensaje en clave que indicaba que Lie estaba a salvo y en el exilio a pocos meses del más importante descubrimiento de su vida.


19 de diciembre de 1938. Lunes en el laboratorio [5]

Querida Lise!..
Son las once de la noche, a las 11.45 volverá Strassmann para que pueda finalmente irme a casa. En realidad hay algo sobre los isotopos del radio que es tan especial que por ahora solo te lo hemos contado a ti. Las vida media de tres isótopos las hemos determinado de manera bastante exacta, se pueden separar de todos los elementos excepto el bario, todas las reacciones son consistentes con el radio. Solo uno no lo es – a no ser que haya coincidencias inusuales- . La fracción no encaja. Nuestros isótopos de radio actúan como bario.
….
Por favor, piensa si hay alguna posibilidad- quizás un isótopo de bario con un peso atómico superior a 137? Si hay cualquier cosa que pudieras proponer que sea publicable, de manera que funcione para los tres.

21 de diciembre
Querido Hahn!
Tus resultados con radio son muy inquietantes, Una reacción con neutrones lentos que supuestamente lleva bario. Bueno, ¿estás seguro que tus isótopos de radio vienen del actinio? ¿Qué hay de los resultados con isótopo de torio?…Ahora mismo la asunción de este resultado me parece difícil, pero en física nuclear se han experimentado tantas sorpresas, que incondicionalmente no se puede decir que sea imposible.

28 de diciembre
Querida colega, quiero en breve escribir algunas cosas más sobre mi fantasía del bario…¿Podría ser posible que el uranio-239 se rompa en bario y tecnecio?….
No lo sé, lo único que sé es que nuestro radio tiene las características del bario…Si esto es cierto, entonces los transuránicos estarían muertos. No sé si esto me pone triste o no,

1 de enero
Comienzo el año con una carta tuya, ojala sea un buen año para nosotros. Hemos leído y considerado tu artículo cuidadosamente; quizás sea energéticamente posible que núcleos tan pesados se rompan, pero tu teoría bario, tecnecio sería imposible por varias razones.

3 de enero
Querido Otto,
Ahora estoy prácticamente segura de que lo que tenéis es una ruptura en bario-yodo, es un resultado precioso por el que os felicito a ti y a Strassmann. Como ya te escribí estoy bastante segura de que hay razones para pensar que el elemento sea probablemente uranio

Tenéis un amplio camino de trabajo por delante. Aunque estoy aquí con las manos vacías, me siento terriblemente feliz con estos descubrimientos.

[5] extractos de cartas entre Otto Hahn y Lise Meitner con motivo del descubrimiento de la fisión. Obtenidos del Libro Lise Meitner. A life in Physics by Ruth Lewin Sime.


Memorial to the nuclear physicist Lise Meitner (1878-1968) erected in 2014 in the Court of Honor of the Humboldt University in Berlin. Anna Franziska Schwarzbach was the sculptor. Wikimedia commons

Lise llegó a Suecia sin nada más que su reputación científica, de nuevo era una extraña en un país extranjero, practicando una profesión de hombres en la que no era bienvenida y viviendo pobremente con pan y café negro en una pequeña habitación.

A partir de 1934, Meitner y Hahn habían vuelto a colaborar. Junto a Strassmann iniciaron sus investigaciones de elementos más allá de uranio, un proyecto que seguía las investigaciones del laureado Enrico Fermi en Italia y de los Joliot-Curie en Paris y que finalmente les conduciría al descubrimiento de la fisión. Su huida de Berlín hizo que tuviera que abandonar los experimentos de los últimos cuatro años. Las noticias que aquella Navidad de 1939 recibía de Otto indicaban que quizás la línea de investigación en la que había confiado podía ser un camino muerto.

Las cartas que Otto pidiendo consejo a Lise sobre los extraños resultados del bombardeo con neutrones lentos fueron el resultado de cuatro años de búsqueda mal direccionada. Por fin se observaba la ruptura de un núcleo pesado en dos núcleos más ligeros y la liberación de energía que implicaba la diferencia de sus masas. Para poder interpretar estos resultados Lise contó con el apoyo de Otto R. Frisch y de todos los pasos que la ciencia había dado a lo largo de todo el siglo XX, desde el modelo de la gota líquida de Bohr hasta la equivalencia masa-energía de Einstein.

Pero Lise, de momento, no supo ver su gran contribución y sentía que todo lo había hecho mal al haber enfocado la búsqueda en los transuránicos. Perdió la confianza en sí misma, por lo que a pesar de lo que este gran descubrimiento significaba se sentía deprimida. Se culpaba de haber elegido Suecia, de su incapacidad para lidiar con Manne Siegbahn, el pope de la ciencia Sueca y director del instituto sueco donde ahora trabajaba y por haber fallado en preparar su salida de Alemania. Suecia era un país pequeño, sin tradición de emigración y que no simpatizaba con los refugiados de la Alemania Nazi. Los recuerdos de una vida perfecta en Berlín la sumían en la autocompasión y el dolor. En Suecia viviría 20 años en una situación que junto a la exclusión de este maravillo descubrimiento tendrían en ella efectos duraderos.

Sin embargo, Frisch y Bohr supieron ver la importancia de la interpretación de la fisión y llevaron a América la noticia antes incluso de ser publicada. Así, mientras Lise languidecía en Suecia, en Febrero de 1939 docenas de físicos de todo el mundo confirmaban el descubrimiento de la fisión y Bohr defendía frente a los resultados americanos la prioridad en el descubrimiento de Lise y Otto R, que además habían repetido los experimentos en Copenhague para recoger también los fragmentos de fisión y testear las presencia de elementos transuránicos. Los informes americanos atribuían la observación del bario a Hahn y Strassmann y la interpretación de la fisión a Meitner y Frisch. Los franceses apenas mencionaban a Hahn, mientras citaban a Joliot y Curie junto a Meitner y Frisch. Todo ello molestó a Hahn que consideró que su trabajo no había sido tratado justamente. Lise Meitner nunca dudo de la autoría del descubrimiento del bario; sin embargo Hahn quería todo el crédito, por el descubrimiento y la interpretación de la fisión. Por ello defendió el descubrimiento al margen de la física. La física y, por ende, Meitner no eran relevantes, estaban ausentes y eran opuestos e incluso obstructivos.

Nada impidió que a partir de ese momento se produjera una reacción en cadena, tanto en el mundo de la investigación como en la vida política, que condujo a la primera guerra entre científicos y a la Segunda Guerra Mundial tras la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939. Los científicos alemanes entre ellos Hahn y Heisenberg pasarían a formar parte del Club del Uranio en busca de una aplicación militar del nuevo descubrimiento. Los Aliados, alertados por la gran cantidad de científicos exiliados temerosos de la posibilidad de que Alemania construyera una bomba atómica, comenzaron también un ambicioso programa de investigación nuclear: el proyecto Manhattan.

Para Lise, la guerra truncaría sus expectativas de desplazarse a Cambridge y aumentaría sus desavenencias con Siegbahn al haberle informado de sus intenciones de abandonar Suecia. Tras su estancia en Copenhague Meitner regresaría al Instituto Siegbahn bajo una atmósfera poco amistosa. Su trabajo estaba restringido por la falta de material y la indisponibilidad de los equipos ya que el ciclotrón de Siegbahn se retrasaba y una vez construido estuvo dedicado a investigaciones en radiomedicina. Lo que más le interesaba era el descubrimiento de los verdaderos transuránicos. Ella sabía exactamente dónde mirar, pero la ocupación de Dinamarca truncaría su búsqueda del elemento 93, por lo que le resultó difícil aceptar que Edwin McMillan en Berkeley había finalmente caracterizado el neptunio, el elemento 94. De todos los sufrimiento de Lise tras abandonar Berlín, el mayor sería haber fallado en encontrar el elemento 93, lo que quedaría grabado en su corazón de por vida.

Siguió trabajando en la captura neutrónica del torio, en la radiactividad del escandio y en las interacciones primaria y secundaria de los electrones en el espectro beta. Pero sentía poca satisfacción, su trabajo era muy lento. El autoritario Siegbahn tenía una actitud muy negativa frente a Meitner lo que la llevo a mantener lazos con los físicos menos afines a él como Oskar Klein y Hans Pettersson.

Su capacidad para hacer y mantener amigos seguía intacta. Su vida en Suecia ni era inhóspita ni fría, pero sus nuevos amigos no podían llenarla completamente. Su vida era la correspondencia que mantenía con los amigos del exterior. Desde Dublín con Schrödinger, desde Edimburgo con Max Born, desde Alemania con Rauch von Traubenberg, con Franck desde Estados Unidos. Con la Holanda ocupada las comunicaciones eran difíciles pero mantenía correspondencia con los Coster y tras la ocupación de Dinamarca y el exilio de Bohr mantenía correspondencia con él desde Inglaterra. Los cambios políticos volvieron extraños a algunos amigos y a otros los acercaron. En Berlín el más cercano fue siempre von Laue, se escribían casi cada semana y desde Estocolmo Lise leía entre líneas prestando especial atención a los avances de Werner Heisenberg y Carl Friedrich von Weizsäcker. Lise fue siempre una persona políticamente preocupada pero nunca activista, nunca pondría a sus amigos o su profesión al servicio de la política o lo militar. Así, cuando en 1943 se le pidió que su uniera al grupo británico que viajaría a los Álamos a colaborar en la bomba atómica su respuesta fue tajante: «Nunca tendré nada que ver con una bomba».

En 1943 Otto Hahn visitó Estocolmo y Lise trató de convencerlo de que incluso los alemanes decentes habían contribuido con su pasividad a la terrible desgracia alemana. Otto encontró injusta la posición de Lise y lo mismo ocurrió con Max von Laue cuando la visitó en 1944, solo Max Planck coincidía con ella. A finales de 1944 el premio Nobel le fue concedido a Otto Hahn, ante la prohibición de Alemania de aceptar el premio, Lise pidió discreción para no poner en peligro a su amigo aunque la derrota de Alemania era ya inevitable


Navidad de 1946 [6]

Querida Eva,

Fue bastante doloroso que Hahn no dijera una palabra sobre mí en su entrevista, nada acerca de los treinta años de trabajo juntos. Sus motivaciones son complicadas. Está convencido de que los alemanes han sido tratados injustamente. Es más, simplemente ha suprimido el pasado. Respecto a mí, yo formo parte de ese desaparecido pasado.
….
Está encantado con que los alemanes con carguen con el peso de la responsabilidad de la bomba y de las miles de muertes sin sentido de la gente de Hiroshima”

[6] Extracto dela carta que Lise escribió a Eva von Bahr-Bergius en 1946 cuando Otto Hahn recogió el premio Nobel. Extraída del libro Lise Meitner. A life in physics by Ruth Lewin Sime.


Hiroshima memorial ©SusanneHultman

La guerra terminó el 8 de mayo de 1945. Lise perdió en ese momento el contacto con Max von Laue y Otto Hahn, a este último le escribiría una larga carta que nunca recibió. Todo julio pasó sin noticias de ellos y en agosto se retiró a la tranquilidad de un pequeño hotel en el campo. No supo lo que pasó la tarde del 6 de agosto hasta el día siguiente. Un reportero le comunicaba que la primera bomba de uranio se había lanzado sobre Hiroshima. No sabía cómo los americanos habían separado el U-235 ni tampoco sabía nada del reactor para producir plutonio. Solo sabía que se había hecho y que ella estuvo allí desde el principio: reconoció la fisión, la explicó y calculó la energía liberada. Ni la física ni el mundo volverían a ser lo mismo. Lise se convirtió en el centro de un circo mediático que duró semanas llegando a ser considerada nada menos que “La madre judía de la bomba”.

Más tarde Lise supo que Hahn estaba a salvo en Inglaterra, detenido en Farm Hall junto a Heisenberg y otros miembros del Club del Uranio. Ellos también recibieron la noticia de la bomba con incredulidad y asombro pero pronto decidieron comprometerse con un memorando en defensa de que su investigación siempre fue para uso pacífico. Con este memorando comenzaría el “mito alemán de la bomba atómica” dónde reclamaron la investigación básica, incluyendo el descubrimiento de la fisión para el dominio alemán, además de puntualizar que la profesora Meitner había abandonado Berlín medio año antes del descubrimiento y que no participó en él. Hahn tampoco mencionó la contribución de Meitner antes de abandonar Berlín y llegó a decir que la fisión hubiera sido imposible si ella hubiera permanecido allí .El mensaje era simple: el descubrimiento de la fisión pertenecía a la química, a Hahn y a Alemania.

La falsificación de la memoria y la realidad que comenzó con los Nazis no desaparecería inmediatamente con su caída, en parte porque el premio Nobel de 1944 sobre el descubrimiento de la fisión recayó sobre Otto Hahn en solitario. La injusticia fue claramente reconocida y manifiesta más allá del más cercano círculo de Lise. Bohr que creía que un premio en química sobre la fisión no impedía dar otro en física por el mismo descubrimiento nominó a Frisch y Meitenr en 1946 por física y por química en 1947 y 1948, pero no tuvo aval. Sus amigos pensaban que ella hubiera obtenido el premio de haber emigrado a otro sitio que no fuera Suecia.


Creator: Science Service..Subject: Meitner, Lise 1878-1968. Catholic University of America 1946. Public Domain Media.

Lise visitó por primera vez los Estados unidos en 1946, la revista Time la había identificado como la contribuidora y pionera de la bomba atómica y fue designada “Mujer del año” por el Women’s Nacional Press Club. Cuatrocientas personas asistieron a su primera conferencia, llegando a ser el objeto de un soneto publicado en American Scholar. Hollywood también se interesó por ella, le presentaron un guion para una película de la Metro-Goldwyn Mayer: “El principio del fin” que rechazó como un sinsentido desde la primera a la última palabra.

Su viaje a América fue e como un retorno a la vida, reuniones con familia, amigos y físicos sirvieron para ayudar a superar el aislamiento de sus años en Estocolmo. Habló durante horas con Einstein, discutió los experimentos relevantes del descimiento beta con I.I. Rabi y comprobó que los antiguos emigrantes habían encontrado en América lugares apropiados. En Chicago tuvo un encuentro con Chadwichk y el General Grove y su esposa; visitó a Otto Stern en Pittsburgh y a su amigo Franck e hijas. Conoció a Fermi, a Edward Teller y Leo Szilárd en un encuentro de la American Physical Sociaty y finalmente embarcó en el Queen Mary en dirección a Inglaterra.

En Cambridge se reunió con Erwin Schrödinger, Pauli y Born. En Londres pudo ver a Max Planck, el único alemán invitado a la celebración del 300 aniversario del nacimiento de Newton, no se había visto desde 1943 y esté fue su último encuentro. Max von Laue también estuvo aquel verano en Londres, el único alemán invitado a una conferencia internacional de cristalografía. El encuentro les produjo una alegría enorme, pero ella sentía el dolor de ver cuánto se habían separado sus vidas y como él había dejado atrás cosas que Lise no comprendía.

En noviembre de 1946 Otto recogía en Estocolmo el Nobel que se le otorgó en 1944. Poco tardaría en darse cuanta Lise de que ya no había lugar ni la vida ni en la memoria de Otto para ella. Su discurso al recoger el Nobel y su comportamiento en Suecia la hirió personalmente y la dañó profesionalmente aumentando su aislamiento en Suecia. Además aquel año traía otra decepción para Lise, el premio Nobel de física recaía en sir Percy Bridgman.

Tras ese momento, Lise pasa un nuevo puesto en Suecia fuera del Instituto Siegbahn, el tipo de puesto que esperaba cuando llegó. En 1947 su trabajo en Suecia va haciendo progresos y se aprobó el primer reactor experimental. En 1945 es elegida como miembro extranjero de la Real Academia de las Ciencias y tras adquirir en 1949 la ciudadanía Sueca, se convierte en miembro de pleno derecho en 1951 pudiendo participar en el proceso del Premio Nobel.

El equilibrio empezó a recuperarse con los reconocimientos que recibe de Alemania y Austria. En 1947 el premio de las artes y las ciencias de la ciudad de Viena. En 1949 recibe la medalla Max Planck y es la primera persona en recibir el premio Otto Hahn. En 1957, la orden al mérito, el más alto galardón civil de la Alemania del oeste; la medalla Wilhelm Exner de Viena en 1960 y la medalla Dorothea Schlözer de Gottinghen en 1962. Es nombrada doctora honoraria varias veces y recibe premios de universidades y como miembro de sociedades científicas y académicas. En más de una ocasión Lise diría que la gente joven necesita más esos reconocimiento.

En 1950 publicó su último artículo científico y se retiró académicamente a la edad de 65 años en 1954, no sin antes asegurarse de que el 13 de julio de 1954 el reactor experimental sueco alcanzase la criticidad y Suecia entrara en la era atómica.

Lise nunca volvió a ser parte de Alemania, su papel será solo de honorable invitada o visitante del pasado y sus premios no tendrán resonancia científica. Un ejemplo de ello, fue la placa conmemorativa del instituto de Química de KWI en Dahlen, a la ceremonia llevada cabo en 1956 ni asistió Meitner ni su nombre fue incluido en las placas de bronce del edificio en el que trabajó durante más de 25 años. Max von Laue, director del Instituto desde 1956 se sintió culpable y al día siguiente propuso un nuevo instituto de investigación nuclear en Wannsee con el nombre de Lise Meitner. Pero nadie en Alemania entendía una investigación nuclear sin el nombre de Hahn, así que de nuevo y por última vez Hahn obtuvo provecho de Lise Meitner, pues el Instituto se llamó Hahn-Meitner Institute.

En 1960, su retiró sería definitivo y se trasladó a Cambridge para estar más cerca de Otto R. y su familia. Pero en 1963, poco antes de que se editaran las memorias de Hahn, rompió el silencio que siempre había guardado sobre la versión alemana y de Hahn y escribió un artículo no técnico en un periódico científico. En él, sin contradecir directamente a Hahn, puso la investigación del uranio de manera sólida en un contexto de la Física comenzando y terminando con referencias a Fermi. Aclaró públicamente que fue Hahn quien la reclutó a ella para su investigación y mostró su malestar por las implicaciones de los resultados de sus descubrimientos y por el que consideraba su gran error científico: haber dirigido su investigación solo en la dirección de los transuránicos.

Lise Meitner receiving the Enrico Fermi she shared with with Hahn and Strassmann. Dr. Glenn Seaborg is presenting the award. Otto Frisch is on the left. Wikimedia Commons

En 1966, Hahn, Meitner y Strassman fueron galardonados como equipo con el premio Enrico Fermi de la US Atomic Energy Commission por su independiente y colaboradora contribución en el descubrimiento de la fisión, pero Lise estaba ya demasiado enferma para recoger el premio.


El 27 de Octubre de 1968, poco antes de cumplir los 90 años, Lise Meitner murió mientras dormía. La música de Bach sonó en el órgano de la iglesia. Fue enterrada junto a su hermano Walter y Otto R. eligió su epitafio: Lise Metiner, Una física que nunca perdió su humanidad.

El elemento químico transuránico de número atómico 109, lleva su nombre: Meitnerio

Austrian physicist Lise Meitner (1878–1968) is buried in the graveyard of St. James’ Church, located in Bramley, Hampshire, England. Her grave marker reads: «A physicist who never lost her humanity.» by Deben Dave. Wikimedia-Commons

Esta biografía se ha inspirado principalmente en el libro de Ruth Lewin Sime, Lise Meitner . A life in Physics.

La increíble historia del chico malo y la mujer hermosa


“La mujer más bella del mundo”

Hedy Lamarr / pixaby.com

El día que me comunicaron el premio soñé que volvía a la cantina de Hollywood. Yo no cocinaba pero ayudaba en el fregadero, servía comida, firmaba autógrafos e incluso bailaba para esos jóvenes que me miraban embobados. Por algo la revista Time me declaró la favorita de los soldados americanos.

Bette abrió la cantina un par de meses después de que nos concedieran la patente. El tsunami de patriotismo que desencadenó el ataque a Pearl Harbor alcanzaba Hollywood. Yo, por aquel entonces, ya había recaudado 7 millones de dólares en bonos de guerra vendiendo besos a ricos chovinistas. Dios sabe que no era esa la contribución que había deseado, pero quizás era lo que se esperaba de una estrella del cine.

Yo no era americana, tan solo una bonita refugiada de raíces judías que ni siquiera usaba su verdadero nombre. Luis B. Mayer escogió para mí el nombre de una actriz-amante que desapareció de forma trágica, Barbara La Marr. En su momento de mayor popularidad se le conocía como “la mujer que era demasiado bella”. A mí me pareció un nombre elegante y glamuroso. De cualquier manera, resultó ser un buen nombre, pues también a mí se me llegó a conocer como “la mujer más hermosa del mundo”.

“La niña está sana, pero no tiene nariz” dijo, según me contaron, el médico que me ayudó a llegar al mundo. Nací en Viena, en una época dorada en la que los vieneses se preocupaban más de lo que ocurría en los teatros que de lo que se hablaba en los órganos de gobierno. La ilusión de cualquier niña era subirse a un escenario y yo no era diferente. Con una madre concertista de piano, a los 11 años ya dominaba el piano, la danza y varios idiomas.

Mi padre, banquero de ocupación, me enseñó a observar el mundo y yo aprendí rápido. Pude haber sido una buena ingeniera o científica. Me encantaba la química. Pero la verdad es que mis padres no pudieron negarse cuando yo, su única hija, decidí abandonar el colegio para estudiar artes escénicas con tan solo 16 años. Siempre he querido ser actriz, pero nunca fui como el resto de mis colegas de Hollywood. No era muy amiga de las grandes fiestas, prefería las pequeñas reuniones. Necesitaba mi espacio personal para experimentar y dar rienda suelta a mi faceta creativa.

Las ideas llegaban a mí constantemente, de manera inconexa y no podía evitar buscar un nexo de unión entre ellas. Era casi una obsesión. El proceso inventivo es como seguir una cascada de ideas y pensamientos interconectados de conceptos que ya estaban ahí, aunque de forma separada. De repente, en mi mente veía claramente la relación entre esos conceptos y al ponerlos todos juntos creaba algo nuevo. Supongo que no es muy diferente al proceso de un descubrimiento científico o al proceso creativo de un artista. Mi buen amigo, pero mal amante, Howard Hughes , entendió muy bien esta faceta mía y me facilitó material para tener mi propio laboratorio con el que trastear durante los rodajes.

Me gusta pensar que mi vida comenzó mucho antes de que yo llegase a ella. Igual que se prepara la habitación del bebé que está a punto de llegar, el mundo se preparaba para aportarme todas las ideas y conceptos que yo iba a necesitar para crear mis inventos. Me gusta poner el comienzo en el año 1900, justo antes de empezar el siglo XX, 14 años antes de mi nacimiento. Aquel año París albergó La Exposición Universal y los parisinos conocieron el primer metro, el Zeppelin surcaba los cielos y el primer submarino se sumergía en las profundas aguas del océano. En Nueva York se producía, lamentablemente, el primer accidente mortal de coche.

El mundo estaba cambiando, o tal vez, simplemente, la ingeniería y la nueva ciencia nos permitieron redescubrirlo. “Que afortunado somos de vivir el primer día del siglo XX” decía la editorial de Le Fígaro del 1 enero de 1901. Lo que no se sabía es que a la vuelta de la esquina nos esperaban dos grandes guerras que llenarían nuestra existencia de sufrimiento, pero también de retos inimaginables que permitirían un desarrollo sin precedentes.

1900 dio vida a grandes personas que influyeron decisivamente en la mía y a otras cuyo camino tan solo se cruzó con el mío en algún punto del espacio y del tiempo, aunque no llegáramos a reconocernos. Nació Frirtz Mandl, el traficante de armas que fue mi primer amor de juventud y que mutó rápido a obsesivo carcelero. Me encerró en una cárcel de oro de la que, asfixiada por la falta de libertad, tuve que huir abandonando para siempre mi tierra natal. Me exhibía como elemento decorativo en las cenas de negocios. Por nuestros salones y comedores pasaron grandes señores de la guerra como Himmler o Mussolini, Entre copa y bocado hablaban de comunicaciones por radio, armas y torpedos. Yo, tan solo sonreía y escuchaba.

No fue fácil escapar de un mundo que te envuelve y controla, cualquiera hubiera sucumbido a la riqueza y la presión de un carácter dominante, pero yo estaba determinada a vivir mi propio sueño: ser una verdadera actriz. Precisamente fue mi impaciencia por conseguirlo lo que me había lanzado a sus brazos, pero también a los del escándalo. Protagonicé el primer desnudo de la historia del cine en la película checa Éxtasis. Mi padre nunca se repuso del impacto. Ojalá Luis Buñuel, que también nació aquel año de 1900, hubiera acaparado ese honor con su película El perro andaluz. Pero entonces el mundo no sería tal y como hoy lo conocemos.

Luis y yo debimos coincidir en Hollywood en su periodo de exilio, pero no creo que llegáramos a conocernos. De quien sí fue amigo y conocido fue de George Antheil, mi colaborador en desarrollar la mejor idea que nunca he tenido.


“El chico malo de la música

George Antheil

En 1939 los dos vivíamos en Hollywood, pero no nos conocíamos. Hedy estaba en su escalada a la fama mientras yo pasaba por una época baja. Un encuentro casual era improbable. Pasé mis años de juventud en Europa y visité Viena, pero es casi imposible que coincidiéramos allí, pues ella debía ser entonces tan solo una niña.

Hedy supo de mí a través de un amigo común, un diseñador de moda. Recuerdo que escribió con lápiz de labios su teléfono sobre el parabrisas de mi coche y esperó a que la llamará. Su interés por mí era para discutir sus supuestos problemas glandulares; durante una fiesta escuchó a Clark Gable hacer un comentario negativo sobre su pecho. La fama de mis conocimientos sobre el sistema endocrino se había extendido por todo Hollywood. Pero en realidad yo no era médico.

Cuando apenas tenía 15 años formaba parte de una banda secreta de garaje. Siempre pensé que aquello influyó en lo que luego llegué a ser. Del grupo salió un escritor de prestigio y un tenor que triunfó en el Metropolitan. A mí sólo me interesaba la música, pero también encontraba tiempo para leer. Mis bromas y algunos artículos como editor de la revista del colegio me regalaron el adjetivo de irreverente. Dejé los estudios antes de graduarme.

Mi mayor frustración fue ser rechazado por la Fuerza Área Canadiense al considerarme demasiado joven. No pude participar en la Primera Guerra Mundial. Así que me dediqué tan solo a la música. Estudie en el instituto Curtis, una de las mejores escuelas de música del Estados Unidos. Lo hice con el apoyo económico de Mrs Bok, que creía firmemente en mis habilidades musicales.

Mi afición por la endocrinología fue meramente casual. Uno de mis compañeros de piso, me dejó, al marcharse, todos sus libros sobre el tema y al no tener nada más que leer, los leí todos. Estos conocimientos me sirvieron más tarde para escribir un libro de detectives con resolución hormonal y tras un encuentro con una famosa estrella de Hollywood preocupada por el tamaño de su pecho, me hizo famoso entre las actrices.

No sé si fueron las hormonas reproductivas las causantes, pero en 1920 me enamoré perdidamente de una joven rubia de 16 años a la que seguí a Europa. Como no tenía dinero me hice concertista de piano. Mi primer concierto fue en Londres en 1922, un éxito que me llevó por todo el continente. Normalmente terminaba los conciertos con una o dos piezas muy modernas de mi propia creación que me otorgaron el título de “El chico malo de la música”.

Berlín me pareció la ciudad del arte y la intelectualidad, allí conocí al Igor Stravinski, le perdí la pista a la mujer que me llevó a Europa pero encontré a la que sería mi mujer y musa, Boski Markus, una estudiante polaca de la universidad de Berlín.

París fue para mí el centro del mundo en 1923 y era allí donde quería instalarme. Pase unos años felices, estimulado por famosos amigos como Joyce, Hemingway o Picasso, en un atractivo apartamento y con mi amada Boski. Incluso tenía dinero aunque se acabase a menudo. París me catapultó a la fama, tanto en lo literario como en lo musical. Mi concierto en el teatro de los Campos Elíseos fue el que me hizo un nombre y sería, además de la clave de mi genialidad e inventiva, mi más famosa y controvertida obra, “El ballet mecánico”.

En él había campanas elécticas, sirenas, propulsores de aeroplano y 16 pianolas sincronizadas de forma automática. Cuando en 1927 regresé a mi tierra natal, lo interpreté en el famoso Carnegie Hall de Nueva York. El concierto fue un fiasco y las críticas malísimas. Supuso el final de una etapa.

Pocos días antes de mi encuentro con Hedy, el conflicto en Europa se precipitaba, el 1 de septiembre los nazis invadieron Polonia y dos días más tarde Inglaterra, Francia, Australia y Nueva Zelanda declaraban la guerra a Alemania. Aquel mismo día un barco de pasajeros Británico en dirección a Canadá fue torpedeado y hundido por la flota alemana. Era la primera agresión con torpedos que afectaba a civiles. Nuestra conversación dejó de lado las hormonas para centrarse en la guerra. Me habló de su primer matrimonio y de cómo sabía lo suficiente como para iniciar el diseño de un arma nueva que podría dar a los aliados un rápido ascenso en el control de la guerra.

Encontré sus ideas tan convincentes que inmediatamente comenzó nuestra alianza. Comparada con el resto de las actrices de Hollywood, Hedy era para mí un gigante intelectual.


El sistema secreto de comunicación”

Ninguno de nosotros sabía que los torpedos americanos no eran dirigidos electrónicamente. Quizás fue éste uno de los motivos por lo que la armada americana desestimó nuestra patente. Aunque tampoco ayudó mucho el que los inventores fuéramos un músico y una actriz.

Yo sabía de torpedos en base a las prácticas alemanas y George apenas sabía nada, pero sabía sincronizar pianolas. Tomó notas detalladas y mi idea se fue configurando. Inventamos juntos el radio-control de torpedos, le dimos el nombre de “sistema secreto de comunicación”.

Era un sistema capaz de guiar un torpedo, vía radio control, sin que lo detectase el enemigo. Para ello, la señal de radio en lugar de seguir una frecuencia fija, saltaba constantemente de frecuencia, hasta 88 frecuencias, tantas como teclas tiene un piano. Sin embargo, a pesar de nuestra gran coordinación, para su implementación detallada se necesitaba indudablemente un técnico experto.

El Consejo Nacional de Inventores, entusiasmado con la idea, nos puso en contacto con Samuel Stuart Mackeown, profesor asistente en el California Technical Institute, y con la firma de patentes Lyon and Lyon. Así elaboramos una patente que en 1941 quedó lista y a la espera de conseguir la concesión de plena patente.

El 11 de agosto de 1942 la patente número 2,292,387 nos fue finalmente concedida, a Hedy Kiesler Markey y George Antheil. Markey era mi nombre de casada. Un documento exquisito. Sus detallados diagramas estaban dibujados a mano y en cada página aparecían nuestros nombres escritos también a mano con una caligrafía preciosa. La patente es muy fácil de interpretar pero también es ingeniosa y sorprendente en su combinación de electrónica , electromagnetismo y tecnología puramente mecánica. En el corazón del sistema había dos pianolas, bueno tan solo el mecanismo de control de las mismas, ésta era la aportación de George, pero la idea general era enteramente mía.

Cedimos la patente al ejército naval americano, quien la almacenó como alto secreto. Esperábamos salvar muchas vidas con ella, pero no pudo ser. Luego supe que el ejército la usó por primera vez en la crisis de los misiles de Cuba, no para dirigir torpedos, sino para asegurar las comunicaciones entre barcos.

Cuando, en 1980, la tecnología fue desclasificada nuestro invento tomó vida propia. La idea central que contenía la patente resultó ser la base de las comunicaciones inalámbricas seguras. Ni en sueños imaginé que estuviera destinada a producir un impacto tan importante en nuestra forma de vida.

Siempre he dicho que cuando muera quiero que graben en mi tumba “Muchas gracias por una vida llena de color”. He vivido dos guerras mundiales, en dos continentes y he tenido seis matrimonios. He pasado del cine mudo al sonoro, del blanco y negro al color, he estado rodeada de mitos que ni yo misma distingo de la realidad y he sido declarada “la mujer más bella del mundo”. Pero en estos últimos años de mi vida también ha habido espacio para el escándalo, la frustración y la penumbra: litigios, arrestos, adicciones que me han mantenido recluida y en el punto de mira de la opinión pública.

Ahora que ya han pasado más de 55 años de la patente, parece que me he vuelto lista de repente, me han otorgado el premio a los pioneros de la Electronic Frontier Foundation por nuestro original invento del salto de frecuencia. Demasiado tarde para George.

También he sido la primera mujer galardonada con el “Oscar” de las invenciones, el Bulbie Gnass Spirit of Achievement Bronze Award. No me he sentido con fuerzas para asistir a la ceremonia, pero les he dado las gracias con mi teléfono móvil, que al parecer también usa mi idea. En mi país natal, me han concedido el mayor honor que un inventor puede recibir en Austria, la medalla Victor Kaplan de la Academia austriaca de ciencias. Por si esto fuera poco, la revista Playboy me acaba de nombrar una de las 100 estrellas más sexis del siglo.

Agradezco todos estos premios, pero si de algo estoy orgullosa es de dejar una idea, un concepto que pueda dar vida a otros inventos, como otros lo hicieron hace más de un siglo para que George y yo pudiéramos aportar algo nuevo. 

En enero del año 2000, a punto de comenzar el siglo XXI, Hedy se quedó dormida. No soñó que volvía a la cantina, tan solo no volvió a despertar.


Puedes escuchar aquí la entrevista simulada a Hedy Lamarr basada en este artículo:
https://anchor.fm/ciencia-literata/episodes/Hedy-Lamarr—-La-increble-historia-del-chico-malo-y-la-mujer-hermosa-e1ch3kc

Bibliografía:

1.Spread Spectrum,Hedy Lamarr and the mobile phone by Rob Walters, Updated Edition

2. Hedy’s Folly. The life and breakthrough invention of Hedy Lamarr by Richard Rhodes.

3. Bombshell: The Hedy Lamarr Story Directed by Alexandra Dean https://www.youtube.com/watch?v=1Rc4DdZzGp8

Leona Harriet Woods

A la sombra de gigantes

Leona Woods durante su estancia en Met Lab de Chicago
University of Chicago Photographic Archive, [apf1-11715], Special Collections Research Center, University of Chicago Library

Cada vez que, al comenzar un nuevo ciclo, un reactor nuclear alcanza la criticidad se vive un  momento que, pese a la cotidianidad, sigue siendo emocionante. Pero seguro que no puede compararse con  la emoción de la primera vez en la historia que se consiguió una reacción nuclear auto-sostenida. Por aquel entonces los físicos con experiencia en diseño y operación de reactores eran raros y escasos.

En una pista de squash bajo las gradas del estadio de futbol de la Universidad de Chicago y en el marco de un ambicioso y secreto programa de investigación nuclear -el Proyecto Manhattan- el equipo liderado por Enrico Fermi construyó una pila de uranio y grafito, Chicago pile-1, que alcanzó la criticidad controlada una fría tarde del 2 de diciembre de 1942. Comenzaba así la era nuclear, pero tan solo una mujer, Leona Harried Woods, formaba parte de aquel equipo. Laura Fermi la recordaría como “una joven alta de complexión atlética que podía hacer el trabajo de un hombre y lo hacía bien”.


Leona Woods- Estudiante

Leona H. Woods, la segunda de los cinco hijos de Weighstill Arno Woods y Mary Leona Holderness nació en La Grange, Ilinois, el 9 de agosto de 1919. Desde muy joven mostró grandes dotes académicas logrando graduarse en la enseñanza secundaria a la edad de 14 años. En 1935 comenzó sus estudios en la Universidad de Chicago donde 4 años más tarde, con tan solo 19, obtuvo su licenciatura en Ciencias Químicas. Durante su paso por la Universidad, Leona mostró interés por una gran variedades de actividades. Como jugadora de baloncesto fue elegida capitana del equipo de novatas y como miembro del grupo YMCA del campus participó en acciones de voluntariado en la comunidad

Tampoco ella fue ajena a los prejuicios de género de su época. Aunque, afortunadamente, en su caso tan solo forma parte del anecdotario. “Siendo mujer se morirá de hambre” le advirtió James Franck cuando le pidió que la aceptara como alumna de doctorado. Leona no debió tomarlo muy en serio pues finalmente acabó su tesis –On the Silicon Oxide Bands– bajo la supervisión de Robert Mulliken (premio Nobel en 1966). Woods fue la más joven y la última de sus alumnos antes de la Segunda Guerra Mundial.

A pesar de que la mayoría de sus compañeros decidieron unirse a los esfuerzos de la guerra, quedaron algunos contactos como el físico nuclear Herbert Anderson, quien supo de su pasión y aptitudes por las tecnologías del vació, lo que llevó a que fuera contratada como parte del pequeño grupo de investigación de Enrico Fermi. De nuevo Leona sería el miembro más joven además de la única mujer. El grupo consistía, básicamente, en un conjunto de físicos jóvenes y brillantes que trabajaban y se divertían juntos, como una gran familia. Al atardecer, solían ir a nadar en las heladas aguas del Lago Michigan y la atlética Leona participaba en ello activamente. Fermi solía darles charlas sobre los recientes desarrollos en física nuclear de forma que Woods, encargada de tomar notas, pronto adquirió un buen conocimiento del estado-del-arte de la física nuclear del momento.

Grupo de ingenieros presentes en la primera criticidad CP-1. Woods tercera desde la derecha.
University of Chicago Photographic Archive, [apf3-00232], Special Collections Research Center, University of Chicago Library

Sus aportaciones al grupo y en concreto al experimento de la Chicago pile-1 fueron determinantes. Woods construyó un contador de trifluoruro de boro que utilizaron como detector de actividad de neutrones, paso fundamental para confirmar que la reacción en cadena realmente se había producido.

En 1943, cuando todo el equipo se trasladó al Argonne National Laboratory para supervisar el desarrollo del reactor de Hanford, primer reactor nuclear de producción a gran escala de plutonio para la fabricación de la bomba atómica, Leona contrajo matrimonio con su compañero John Marshall y poco después quedó embarazada de su primer hijo.

La maternidad no supuso un obstáculo. Para evitar que su embarazo la apartara del trabajo, Leona y Fermi acordaron mantenerlo en secreto y ocultarlo bajo amplias prendas de vestir. Su hijo Peter nació completamente sano y la Dra. Woods se reincorporó al trabajo unos días más tarde. El proyecto en el que, tanto ella como su marido, estaban implicados requería una dedicación de 24 horas los siete días de la semana en forma de turnos. La propia Leona lo definía como “bebystitting the reactor”. No cabe duda de que el apoyo de su madre en el cuidado de su hijo fue un aporte esencial para que pudiera continuar con su labor científica. Cinco años más tarde la familia se ampliaría con la llegada de John, su segundo hijo.

Cara B Reactor Hanford

Durante el periodo de Hanford, Woods colaboró con John Wheeler en la resolución de uno de los mayores problemas de la física de reactores. La propia Leona relataba cuidadosamente todos los acontecimientos de aquella mítica jornada en una entrevista realizada en 1986. Todo estaba estudiado para su primer arranque: los operadores tenían manuales, habían repasado sus procedimientos una y otra vez. Se podía ver cómo el agua se calentaba y circulaba por los tubos, las barras de control comenzaron a extraerse más y más. Pero, de repente, algo ocurrió y la reactividad comenzó a disminuir hasta que el reactor se apagó por completo. “Todo el mundo se quedó parado y mirándose entre sí”.

Aquella misma noche resolvieron el problema, el reactor experimental de Oak Rigde, ya había mostrado el mismo comportamiento. Lo habían interpretado como envenenamiento pero no pudieron probarlo. Ahora estudiaron varios venenos y probaron una y otra vez hasta ver cuál encajaba. El Xenón-135 no solo era un producto de fisión, sino que también era un absorbente de neutrones, un veneno que los absorbía más deprisa de lo que se generaban.


Tras la guerra continuó como experta en el Instituto para Estudios Nucleares de la Universidad de Chicago dirigido por Fermi, quien como su mentor tuvo una gran influencia en los primeros trabajos de Woods y direccionó su desarrollo intelectual hacía la física. Aunque continuaron trabajando en proyectos nucleares pronto se movieron hacia el campo de las partículas elementales.

En 1954, coincidiendo con la muerte de Enrico Fermi, el grupo comenzó a disgregarse. Mientras John Marshall regresaba a los Álamos, Leona se convertía en 1957 en investigadora del Institute of Advanced Studies in Princeton. En los años siguientes Woods ocuparía varios puestos con un incremento gradual de su status.

Entre 1958 y 1960 fue miembro visitante del Bookhaven National Lab, cuyo departamento de física patrocina hoy en día el distinguido premio, Leona Woods Lectureship Award, destinado a premiar los logros científicos de físicas sobresalientes, físicos de grupos minoritarios subrepresentados y físicos LGBTQ.

Entre 1960 y 1963 fue profesora asociada de física de la Universidad de New York y en 1963 de la Universidad de Colorado. También actuó  como consultora para los Álamos, TRW Space Systems Group y Rand Corporation, de la que fue nombrada miembro de honor en 1966. Durante este periodo además de por la física de partículas comenzó a interesarse también por la cosmología.

En 1966 su carrera profesional dio un giro en otra dirección, concretamente tras su divorcio de Marshall y posterior matrimonio con Willard Libby, otro antiguo miembro del grupo de investigación de Fermi y premio Nobel de Química por su método de datación por radiocarbono. Convertida en Leona Harriet Marshall Libby se trasladó a California como profesora de UCLA donde ayudó a organizar el departamento de ciencias medioambientales. Aunque continuó con sus estudios de física de partículas, comenzó a interesarse por los trabajos de su segundo marido y mentor. Leona puso especial interés en la determinación experimental del clima de épocas antiguas a partir de los anillos de los árboles. El método desarrollado por Leona, al que denominó Tree thermometer, permite identificar la temperatura a la que una pieza de madera se formó en un momento determinado mediante el estudio de las proporciones de dos isótopos del Oxígeno, O16 y O18. Resultó ser una herramienta climatológica muy útil y precursora de los estudios sobre el cambio climático. Sin embargo, sus originales contribuciones fueron, de alguna manera, ensombrecidas por la figura de su famoso marido.

Publicó más de 200 artículos científicos y varios libros entre los que destacamos The Uranium People (1979), donde narra la historia de su participación en el Proyecto Manhattan y Past Climates: Tree thermometers, Commodities and People (1983). Leona Woods falleció en 1986 a la edad de 67 años. A lo largo de su vida pasó de niña prodigio a joven fenómeno del proyecto Manhattan, de cuya contribución nunca se arrepintió, para finalmente defender el uso pacífico de la energía nuclear como método de estudio del cambio climático.

Sin embargo, Leona nunca fue una figura relevante de la  física, puede que fuera debido a que trabajó en varios campos divergentes o tal vez, simplemente, a que trabajó a la sombra de dos gigantes: Fermi y Libby.


Recreación libre de la entrevista original de S.L Sanger a Leona Marshall Libby en 1986. Esta recreación ha sido autorizada por el autor.

https://anchor.fm/ciencia-literata/episodes/Leona-Harriet-Marshall-Libby–A-la-sombra-de-Gigantes-ev4m3k

«Courtesy of S. L. Sanger, the Atomic Heritage Foundation and the National Museum of Nuclear Science & History. All Rights Reserved”

Original: https://www.manhattanprojectvoices.org/oral-histories/leona-marshall-libbys-interview

Voces:

Enrique López Marijuan como S.L. Sanger

Isabel del Río Luna como Leona Woods07:45April 25, 2021

2021 © Spotify ABCareers

Bibliografía:

  1. Women in chemistry and physics: a biobibliographic sourcebook by Grinstein, Louise SRose, Rose KRafailovich, Miriam H., 1993 Westport, Conn. : Greenwood Press. (Women in chemistry and physics : a biobibliographic sourcebook : Grinstein, Louise S : Free Download, Borrow, and Streaming : Internet Archive)
  2. Their Day in the sun by Ruth H. Howes & Caroline L. Herzenberg. Temple University  Press, 1999
  3. Sanger, S.L. “Leona Marshall Libby’s Interview.” Voices of the Manhattan Project. 1986. Accessed August 14, 2017 https://www.manhattanprojectvoices.org/oral-histories/leona-marshall-libbys-interview
  4. https://www.womenshistory.org/education-resources/biographies/leona-libby
  5. https://myemail.constantcontact.com/Legacies-of-the-Manhattan-Project-Conference.html?soid=1103767630106&aid=fdNGvzptUvs#LeonaLibby
  6. https://apcentral.collegeboard.org/courses/resources/women-scientists-manhattan-project

Pierre Curie; «ese tierno cabezota»

«De vez en cuando un hombre o una mujer nace para contribuir de un modo extraordinario»
Mrs. W. B. Meloney.

«Pierre Curie estaba de pie en el umbral de la puerta acristalada de un balcón. Me pareció muy joven, a pesar de tener ya treinta y cinco años. Me impresionó la expresión de su mirada clara y la ligera apariencia de abandono de su figura espigada. Su forma de hablar, un poco lenta y reflexiva, su sencillez, su sonrisa, grave y joven a un tiempo, inspiraban confianza»

Marie Curie

París, 1894. Marja Sklodowska, una joven estudiante polaca en busca de laboratorio, describía así al hombre del que apenas se separaría en los siguientes 11 años y que se convertiría en su amigo, su pareja, su colaborador y en el padre de sus hijas.

Está a punto de comenzar el siglo XX, grandes descubrimientos científicos estaban por desvelarse, pero expresiones como «conciliación» o «conciencia de género» todavía no existían en el diccionario. Las dificultades para que las mujeres se subieran al carro de la investigación científica eran muchas, aunque no infranqueables para mujeres con voluntad y talento si encontraban los apoyos adecuados. Muchas lucharon para abrirse paso, pero no todas lograrían reconocimiento público. La colaboración con colegas masculinos e incluso el AMOR no tuvieron siempre el mismo efecto. Para Marja Sklodowska, sin embargo, el encuentro y colaboración con Pierre Curie la convertiría en la ganadora de dos premios Nobel, en la científica más famosa de la historia y en un auténtico mito: Mme. Curie.

Conociendo su falta de aprecio por la fama, es difícil saber si Pierre aprobaría tal derroche de popularidad, aunque de lo que no cabe duda es de que no se hubiera sentido amenazado por la gloria de su esposa y colaboradora. Pero dejemos de lado a la Curie mítica -que como mujer extraordinaria puede con todo- y admitamos que no salió adelante sola. Su entorno familiar y el modelo parental que Marie y Pierre establecieron determinaría su trayectoria profesional y el reconocimiento público de su labor.

Aunque la sabiduría popular dice que «detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer», en este caso nos tomaremos la licencia de decir que «detrás del reconocimiento público de una gran mujer, siempre hay un gran hombre». Pierre Curie fue el gran hombre que estuvo detrás del reconocimiento público de esta extraordinaria Mme. Curie, aun a expensas de que la inusitada atención mediática sobre su esposa haya podido, con el tiempo, apantallar sus propios logros.

Su temprana muerte, un accidente agravado por su estado de salud debido a la sobreexposición a la radiactividad, nos ha privado de saber hasta dónde hubiera podido contribuir este gran investigador y docente, pero su legado intelectual y científico es suficiente para valorar el alcance de su pérdida.


El 15 de mayo de 1859, la modesta familia del Doctor Eugène Curie y Claire Depouilly recibía a su segundo hijo. Pierre Curie nacía en una casa de la calle Cuvier, frente al Jardín de las Plantas de París. Tres años y medio más joven que su hermano Jacques, siempre les uniría una gran amistad, entrañables recuerdos de infancia y sus colaboraciones científicas.

Las capacidades intelectuales y el espíritu soñador de Pierre no eran las más adecuadas para una formación reglada y se le atribuyó cierta lentitud mental, que incluso él mismo creía tener. Afortunadamente, sus padres tenían suficiente «inteligencia emocional» para comprender sus dificultades y no exigirle un esfuerzo que pudiera haber sido perjudicial para su desarrollo. De esta forma, Pierre pudo crecer en libertad desarrollando el gusto por las ciencias naturales y su primera educación, aunque irregular e incompleta, tuvo la ventaja de no estar contaminada por dogmas, prejuicios o ideas preconcebidas.

Guiado por su padre y en íntimo contacto con la naturaleza aprendió a observar hechos y a interpretarlos correctamente. Pronto alcanzaría un gran dominio de la historia natural y de las matemáticas y resto de su formación, historia y literatura, la adquiriría a través de la lectura, afición que el culto doctor Curie supo transmitir a sus hijos. Pierre contó además con un profesor excelente, Albert Bazille, quien le hizo ver sus capacidades matemáticas y su desarrollada visión espacial permitiéndole descubrir su vocación por la ciencia. A los 16 años sus peores momentos con la educación reglada finalizaban con un bachillerato en ciencias y dos años más tarde, a la temprana edad de 18 años, obtenía su licenciatura en Físicas por la Sorbona.

Compaginó su formación Universitaria con el acceso al laboratorio de la Escuela de Farmacia y se familiarizó con los métodos de laboratorio colaborando con su hermano Jacques. Así, a los 19 años llamó la atención del Director del Laboratorio de la Universidad y por motivos económicos aceptó el puesto de preparador de laboratorio, que desempeñó durante cinco años a la vez que iniciaba sus propias investigaciones.

Este joven alto y delgado, mostraba una expresión reservada en la que se intuía un profunda vida interior. Aunque se sentía destinado a la investigación científica, en sus diarios personales, Pierre se preguntaba «¿Qué voy a ser?» Sentía la necesidad de comprender los fenómenos de la naturaleza para darles explicación, pero las múltiples interrupciones de cosas fútiles le estorbaban en sus reflexiones y le enfadaban. Solía enumerar las cosas inútiles que hacía durante el día y que robaban el tiempo al verdadero trabajo bajo el epígrafe «un día como otro cualquiera».

«Necesitamos comer, beber, dormir, holgazanear, amar, tocar las cosas más dulces de la vida y no sucumbir a ellas. Es necesario que haciendo todo ello, los grandes pensamientos a los que uno está dedicado permanezcan dominantes y continúen su curso inalterado en nuestra pobre cabeza».

Tras su primer trabajo, comenzó unas exitosas colaboraciones con su hermano Jacques que no serían reconocidas hasta 1895 con el premio Planté. Investigaron los cristales (cuarzo, turmalina, topacio…) descubriendo el fenómeno llamado piezo-electricidad, que consiste en la polarización producida por compresión o expansión de cristales en la dirección del eje de simetría. Hoy en día encontramos mecanismos que dependen de ella en las impresoras de inyección de tinta, los detectores de humo, las pastillas de las guitarras eléctricas o en la monitorización de los latidos del feto en las ecografías. Para este trabajo, Pierre creó un instrumento de alta precisión, «la Balanza de Curie» que sería determinante en el posterior descubrimiento del Radio y el Polonio.

En 1883 Pierre fue nombrado Director del laboratorio de la escuela Industrial de Física y Química, comenzando así un largo periodo de 22 años, prácticamente toda su vida laboral, como director y docente. Se sentía afortunado de tener el aprecio de sus alumnos, mucho de los cuales se convertirían en amigos y siempre recordarían los debates de sus clases. «Sus alumnos le adoraban por su sencillez, parecía más un camarada que un profesor» escribía Marie Curie en su biografía.

El trabajo y la organización del laboratorio le confirieron «ese espíritu de gran precisión y originalidad que le caracterizaba». Conformó su idea de la enseñanza de las ciencias, siempre apoyada en la práctica, y definió su estilo directo, franco y comprensible de transmisión de conceptos. «Recuerdo la simplicidad y la claridad de su exposición» diría Mame Curie refiriéndose a la defensa de su tesis doctoral.

Entre 1884 y 1885 publicó varios trabajos relacionados con la formación y la simetría de cristales. Le fascinaba la idea de simetría, cuyo profundo significado avanzó Pierre Curie: «Creo que es necesario introducir en la física las ideas de simetría tan familiares a la cristalografía». Los descubrimientos de Pierre en el campo del magnetismo también fueron pioneros; postuló que las propiedades magnéticas de una sustancia paramagnética cambian al alcanzar una determinada temperatura -Temperatura Curie-, y para su determinación desarrolló una sencilla máquina térmica, «el péndulo de Curie».  Esta temperatura tiene aplicación en el estudio de las placas tectónicas, en el tratamiento de la hipotermia, en la compresión de los campos magnéticos extraterrestres o en la medición de la cafeína en bebidas. No será hasta alcanzar la edad de 35 años, cuando recopilaría todos estos trabajos sobre electromagnetismo en su Tesis Doctoral, cuya defensa sería recordada como una de los conferencias de la Physics Society.

Pierre había superado la etapa de dudas de juventud y adquirido un método de trabajo que le permitía desarrollar al máximos sus excepcionales cualidades. Comenzaba a ser reconocido tanto en Francia como en el extranjero -el ilustre Inglés Lord Kelvin fue uno de sus valedores-, pero sorprendentemente, continuaba en una lamentable situación laboral y su salario apenas le permitía llevar una vida sencilla y continuar con su trabajo.

Su carácter independiente le impedía exigir mejoras: «Que necesidad más desagradable es la de tener que reclamar una posición cualquiera. No estoy acostumbrado a esta forma de actividad desmoralizadora en grado sumo». Aún era menos inclinado a recibir honores. Cuando fue propuesto para la Palmes Académiques, rechazó la distinción a pesar de los ventajas que suponía y lo mismo hizo en 1903 con la condecoración de La légion d’Honeur.


En 1895, año en que Roentgen hacía la primera radiografía de una mano humana utilizando los Rayos X, Pierre Curie «decidió compartir su vida con una estudiante también sin fortuna, a la que había conocido por casualidad». El 26 de julio, Pierre y Marie recorrían en bicicleta la campiña francesa en la que sería su Luna de Miel.

Pierre no concebía la idea de abandonar su actividad científica y tampoco el que lo hiciera su pareja, esa idea le atormentaba especialmente cuando la sombra de la enfermedad acechaba su trabajo: «pase lo que pase, incluso si uno de nosotros se convirtiera en un cuerpo sin alma, el otro debe seguir trabajando siempre». Esta idea de igualdad en el trabajo permitió a Marie disfrutar, no sin esfuerzo, de su maternidad y sus investigaciones. Toda su vida se organizaba en torno a la familia y a su trabajo en el laboratorio donde se le permitió (poco habitual para la época) trabajar junto a su marido, ya que Pierre consiguió que el director de la Escuela de Física y Química permitiera que Marie continuase allí sus trabajos sobre el magnetismo de los aceros. Cuando nacieron sus hijas, el apoyo del Doctor Curie que acababa de enviudar fue decisivo para que la pareja pudiera continuar su labor mientras su abuelo se encargaba del cuidado de las niñas. Pierre disfrutaba de ver crecer a sus hijas, cuya educación le interesaba personalmente y con las que intentaría compartir todo su tiempo libre.

Durante su relación científica y personal, Marie profundizará en el conocimiento de Pierre, del que admiraba su capacidad para mejorar constantemente: «Vivía en un plano diferente, más elevado. A veces me parecía un ser único, libre de toda vanidad». El secreto de su infinito encanto residía en su mirada directa y en su amabilidad y gentileza de carácter. Era muy difícil discutir con él, «enfadarme no es uno de mis puntos fuertes» solía decir el propio Pierre, pero a la vez nadie podía desviarle de su línea de acción, por ello su padre le apodaba «gentle sturbborn one«.


En 1897, el asombroso descubrimiento de Bequerel en su investigación con sales de uranio llamó la atención de Marie, quien decidió investigarlo para su tesis doctoral. Viendo el potencial de este trabajo, Pierre dejó de lado sus investigaciones sobre electromagnetismo para colaborar con ella. Ese mismo año Thomson descubría el electrón pero aun faltaban 11 años para que Rutherford descubriera el protón y 35 para que Chadwick hiciera lo propio con el neutrón.

Juntos descubrieron el Polonio y el Radio pero, fieles a la idea de que la ciencia pertenece a todos, nunca patentaron sus métodos. Sus investigaciones y las de otros científicos establecieron la naturaleza de las emisiones del Radio, probando que pertenecían a tres categorías, rayos alfa (chorros de partículas de carga positiva), rayos beta (chorros de partículas de carga negativa) y un tercer grupo insensible a la acción de campos magnéticos similar a la luz o los rayos X (radiación gamma). El principal argumento en contra de la teoría de la selección natural y la evolución de Darwin, la edad de la Tierra, quedaba rebatido con el descubrimiento de la Radiactividad Natural.

El matrimonio sentía una alegría especial al contemplar la espontanea luminosidad de los productos con radio. Pasaban sus días en el laboratorio, deambulaban arriba y abajo hablando de su trabajo presente y futuro. La conexión de ciertos experimentos con los efectos fisiológicos del radio, hizo que el propio Pierre expusiera su brazo al radio para investigarlo; el resultado fue una lesión tipo quemadura que tardó meses en curar evidenciando la peligrosidad de la radiación. Esta investigación marcaría el punto de partida de la Radioterapia.

La justicia le llegaría a través del matemático Gösta Mittag-Leffler y de la negativa de Pierre a recibir el galardón si ella no estaba incluida. Finalmente, aunque el premio no fue tripartito, Bequerel, Pierre y Marie si recibieron conjuntamente el premio Nobel de Física. Ella sería la primera mujer en recibir un premio Nobel, pero no por ello sentaría un precedente. Otras grandes científicas como Lise Meitner ni siquiera fueron nombradas en el discurso de aceptación de sus colaboradores masculinos.

De la mano del Nobel vino la atención mediática y la petición de publicaciones que Pierre consideraba nuevos obstáculos: «la gente me pide artículos y conferencias y cuando pasen unas años, esas mismas personas se darán cuenta asombrados de que no hemos podido acometer ningún nuevo trabajo».

A sus 45 años, Pierre estaba a la cabeza de la ciencia Francesa pero aún ocupaba una humilde posición de profesor. Cuando esta situación saltó a la opinión pública se creó una cátedra en la Sorbona que lo convirtió en profesor titular de la Facultad de Ciencias de París. Comenzaría aquí el periodo más pleno de su vida a pesar de mostrar ya síntomas de enfermedad. Preparó un nuevo curso donde retomaría sus leyes de simetría, el estudio del campo vectorial y tensorial y la aplicación de la física de los cristales. Sus capacidades intelectuales estaban en lo más alto. Su clara compresión de los fenómenos, sus habilidades experimentales, su curiosidad natural y su viva imaginación empujaron sus investigaciones en varias direcciones. Exponía abiertamente sus teorías sobre la cultura y discutía sobre los métodos de enseñanza de la ciencia: «Se trataba de inculcar en los niños un gran amor por la naturaleza y por la vida, así como la curiosidad por descubrirlas», pero sobre todo «la enseñanza de las ciencias debía dominar en todos los liceos, tanto de niños como de niñas».


Desgraciadamente este periodo apenas duró. En la lluviosa mañana del 16 de abril de 1906 tras una reunión en la Sociedad de Profesores de la facultad de Ciencias, Pierre guió sus pasos por la rue Daophine hacía la imprenta Gauthiers-Villars para revisar su último artículo. Un aparatoso accidente ocurría entonces cerca de Pont Neuf: un transeúnte moría arrollado por un carro cargado con seis toneladas y tirado por 2 percherones. La tarjeta de visita encontrada en el bolsillo de su chaqueta revelaba que ese hombre era Pierre Curie.

A final de año, la Academia de Ciencias publicaría su obra completa advirtiendo, por fin, el alcance de la pérdida. Mientras tanto, Marie intentaba retener cada instante de sus últimos momentos aferrándose a su recuerdo.

A los pocos días de la tragedia, empezaría un diario: «Pierre, Pierre mío, estás ahí…».  A pesar de su infinita tristeza y desolación, siempre seguiría trabajando, tal y como Pierre hubiera deseado.

Bibliografía:

  • Pierre Curie de Marie Curie. Ed. Dover Publications,Inc. Publicado por primera vez en 1963 y republicado sin alteraciones en 2012.
  • María Sklodowska-Curie. Ella misma de Belén Yuste y Sonnia L.Rivas-Caballero. Ediciones Palabra S.A, 2016.
  • Releer a Curie de Xavier Roque.
    http://icmab.es/images/attachments/2017/Releer_a_Curie.pdf